Una evolución lógica y signo de los tiempos en A Centoleira Na Casa. ¿Cómo puede un restaurante adaptarse a los tiempos? ¿Qué puede aportar, para ser viable no solo económicamente, que también lo es, sino a los demás clientes y a la sociedad? ¿Cómo puede ser coherente con la tradición sin dejar de evolucionar? ¿Cuánto se está dispuesto a arriesgar sin perder el norte de la cocina de mar?
Estas preguntas y otras muchas circulaban por nuestras instalaciones del restaurante allá por el año 2020, durante los meses de pandemia del COVID-19. Y no solo entonces, pues acabas descubriendo que son las mismas que se hacían mis predecesores, de padres a bisabuelos, y tal vez las mismas que se seguirán haciendo por otros que queden en nuestro lugar, si este lugar, empresa o negocio existe en un futuro.



EL CONCEPTO. Marisco y comida de calidad a domicilio
Un sopapo pandémico nos cerró por decreto ley el restaurante, tal como se entendía eso de dar de comer a los demás.
Enseguida comprobamos varias cosas; la principal es que sin cocina no hay vida. Sí podíamos vivir sin local, sin clientes, sin banquetes, sin reuniones, sin familia, sin amigos… ah, no, pero nunca sin cocina.
Nunca fueron tan importantes las manos de un cocinero. Venga, nos armamos de paciencia: dos personas, yo mismo y el cocinero; uno siempre a los fogones, otro para todo lo demás. Eso era un restaurante. Misión cumplida. Una enseñanza que no olvidaré, no debo.
Además, A Centoleira Na Casa ya venía fraguándose decenios atrás, cuando mis padres Julio y Tina inventaron las famosas Cestas de Mariscos y enviaban esos manjares a clientes y veraneantes en invierno y navidades, cuando les apretaba la morriña.
Ángel y Carmen
¿Y acaso mis abuelos Ángel y Carmen, la Bicha, vendiendo el cuantioso vino de su cosecha y la huerta cultivada en La Vizcaína, no estaban construyendo A Centoleira Na Casa? ¿Y ya puestos, la vasca Vicenta y el Estévez de Bon, socios de Massó en la época de la preconserva de Bueu, no construían A Centoleira na casa cuando compraban, manipulaban, secaban y exportaban el pulpo de la isla de Ons, o vendían y fiaban a los vecinos de Beluso los productos y manejos cotidianos en la antigua tienda de abarrotes?
Tan actual y tan antiguo. Nihil novum sub sole.
Era el momento de poner en el mercado nuestra cocina, nuestro producto de mar, desde este rincón de la Ría de Pontevedra, tal como dice la web, «puesto en cajas compartimentadas a la puerta de tu casa». Y sigue siendo un reto para nosotros.


Utilizando la tecnología a nuestro alcance, con envases, cartón, materiales aislantes y refrigerantes, estábamos haciendo lo mismo que nuestros abuelos, en esencia. Esa esencia, si se puede oler, ver, tocar y saborear, es lo que nos guía en este proyecto. Ese origen, esa interpretación local de este rincón que es la Playa de Beluso, esa debe ser la huella que vean nuestros clientes, el marketing más antiguo.
LA PROPUESTA
Aprovechando la tradición y el bagaje que gravitan sobre nuestra casa, nacen algunos otros formatos. Aparte de las conocidas Cestas de Mariscos heredadas de los años 1980, aparecen las Teselas, pequeñas cestas o combinaciones de dos mariscos, esos lujos que nos permiten nuestras ríasY damos paso también a otros productos, igual de gastronómicamente valiosos, aunque menos conocidos:
- Escabeches
- Semiconservas (patés)
- Elaboraciones con moluscos y cefalópodos
- Empanadas artesanas
- Repostería local de O Morrazo
Son propuestas humildes, pequeñas, con alma. Pero creemos que tienen un potencial de crecimiento sostenible.
Lo pequeño es beautiful… ¿y milagroso?

